martes, 17 de febrero de 2009

Condiciones para un bloque histórico neoliberal que desplace a la oligarquía


La violencia actual en México, 
y por ende la presencia militar patrullando sus calles, 
tiene que ver con la ruptura de la antigua 
regulación de los pactos inter oligárquicos

Ante la crisis no sólo económica, sino política, aunado al crecimiento de los movimientos de resistencia al modelo dominante, en México existen las condiciones para avanzar en la creación de un gran bloque histórico antineoliberal, que pueda incluso desplazar a la oligarquía y al imperialismo de la conducción de la nación y del Estado, avizoró el Movimiento de Liberación Nacional (MLN).

Al participar, junto con la Organización Nacional del Poder Popular, el Frente de Organizaciones Sociales y Productivas, y el Movimiento Revolucionario del Pueblo con la ponencia “La crisis global del capitalismo: una alternativa antineoliberal”, el MLN, durante el Séptimo Diálogo Nacional el pasado 7 de febrero, dijo que la actual recesión abrirá pasos a nuevos bloques sociales, progresistas y revolucionarios, que sin embargo serán enfrentados con el fascismo y el terrorismo de Estado desde las potencias mundiales, sus aliados, y las oligarquías de los países periféricos, al ver afectados sus intereses.
Consideró, en la primera parte de la exposición, que el capitalismo neoliberal llegó a su límite en términos de recursos naturales y de explotación de fuerza de trabajo, al tiempo que exhibe sus limitaciones en cuanto al uso de instrumentos financieros, de producción de armamentos, y de áreas públicas y sociales susceptibles de privatizar.
Pero también vio en el actual proceso que la crisis alcanza los aspectos de la ética, la política y hasta el intelectual, donde se niega a la sociedad del mundo su derecho como ser humano. Además, sus libertades civiles, cada vez más reducidas, son reemplazadas por leyes de excepción, regimenes policiacos y militares, llegando al grado de usar los procesos electorales para aprobar leyes antiterroristas con el ropaje de combatir al narcotráfico, como ocurre en nuestra nación.
Calificó que esta situación en el modelo imperante es la crisis de una estrategia de dominación, del previsible fin de la hegemonía de los Estados Unidos, del posible hundimiento del centro capitalista y de la emergencia de un largo periodo de mayores desequilibrios e inestabilidades a nivel planetario, como las guerras y catástrofes que ahora experimentamos. “En tales circunstancias la derrota del imperialismo y el neocolonialismo estadounidense es el presupuesto de la sobrevivencia humana y la condición indispensable para la liquidación del imperialismo en general y de la emancipación de la clase trabajadora”.
Hoy, dijo, han surgido movimientos nacionales que se perfilan como anticapitalistas, algunos abiertamente socialistas: En Venezuela, Ecuador, Bolivia, Nicaragua, y Nepal, entre otros.
Respecto a las expectativas con el flamante presidente estadounidense Barack Obama, manifestó que su flexibilidad en cuanto a propuestas en materia ecológica, en su trato frente a algunos segmentos de la población trabajadora, y otras, obedecen al intento de un sector de la élite yanqui de relanzar la dominación imperialista a través de un capitalismo neoliberal menos agresivo; pero nada parecido a regresar al modelo keynesiano o al Estado social de la postguerra, y eso llevará a la frustración ciudadana, aunque a la vez a la radicalización de los movimientos sociales y étnicos incubados en años recientes.
Del caso mexicano, aseguró la ponencia que la crisis viene desde mediados de 2006, con la caída de la actividad industrial y el estancamiento del sector de la construcción, por lo tanto no es un elemento importado de Estados Unidos como lo pregona el oficialismo. Y pese a esos síntomas recesivos, acotó, el gobierno federal y los grandes empresarios siguieron jugando a la especulación. 
Hoy, informó, la crisis apenas empieza, y para el presente año se estima un decrecimiento económico de 1.8%, una pérdida de entre 160 mil y 340 mil empleos, situación a agravarse con la previsible expulsión de uno a tres millones de mexicanos que se encuentran en EU. Por si fuera poco, el peso acumuló una devaluación de 32% del 30 de septiembre a la primera semana de febrero, mientras las reservas del Banco de México se achican aceleradamente, y la Inversión Extranjera Directa (IED) se reduce significativamente, junto a una merma, aunque menor, de las remesas enviadas por los migrantes, sin olvidar la cartera vencida para tarjetabientes, deudores de vivienda de interés social, las quiebras de pequeños y medianos ahorradores, pequeños y medianos burgueses.

Crisis histórica

Durante su intervención, el representante del Movimiento de Liberación Nacional, organismo surgido en septiembre de 2008, refirió que en México se van configurando los elementos necesarios para la gestación y nacimiento de una “crisis histórica”, de una época de grandes conmociones sociales, de reformas radicales y “aun de revoluciones”. Enlistó seis elementos que preparan dicho escenario:
El primero, la larga crisis social que ensanchó la brecha entre una minoría insultantemente rica y las mayorías presas en la incertidumbre económica o la miseria extrema, lo cual terminó por cancelar el futuro de millones de hombres, mujeres, viejos y jóvenes, indígenas o mestizos.  
Un segundo punto es la prolongada crisis política con fuertes disputas entre sus partidos y sus representantes, que reflejan el debilitamiento de su reformismo o legitimidad social, además de su incapacidad para aparecer como representantes creíbles de los valores, símbolos e intereses nacionales. 
Tal crisis política, expuso, exhibe el desgate extremo del sistema electoral oligárquico, la descomposición de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), de sus procuradurías y buena parte de los mandos policiacos y militares. “En fin, una crisis política de podredumbre y corrupción de la clase reinante, materializada en la quiebra ética de empresarios, políticos, mandos castrenses, jerarcas religiosos y jueces, enredados en todo tipo de latrocinios que los convierten en los más altos representantes de la hipocresía y de la delincuencia organizada del país”. 
Tercer aspecto, la crisis económica que ha desmantelado las empresas del sector público y social, entregándolas a trasnacionales mexicanas y extranjeras, desarticulando los encadenamientos financieros y productivos locales, así como los sistemas de protección al campo, las industrias nacionales, los mercados internos y los derechos sociales y laborales de los mexicanos, alejando toda posibilidad de soberanía alimentaria e independencia económica. “Una crisis de soberanía política, que convierte al Estado y a la nación mexicana en peón de la Casa Blanca, a fin  de concretar sus planes anexionistas en América Latina, y en víctima de una mafia binacional que ya discute con toda formalidad la anexión de México a los Estados Unidos”. 
Desarrollo de la resistencia popular es el cuarto lineamiento, que no ha dejado de crecer desde 1994 y combina múltiples formas de lucha y organización tendientes a levantar un programa de lucha común. 
Se conjuga con una época de nuevas revoluciones y levantamientos por la liberación nacional, la democracia y el socialismo, que sacude a nuestro continente desde 1989, como respuesta a la crisis de los Estados nacionales a que llevó el capitalismo neoliberal, y el último punto es la crisis histórica global del capitalismo, hoy presente.
Estrategia de integración a EU

Para el MLN, poco más de 30 corporaciones empresariales determinan las políticas fundamentales del gobierno mexicano, y son las beneficiarias de la destrucción de la soberanía nacional, del saqueo de nuestros recursos naturales, y la explotación y pobreza de la mayoría de ciudadanos. Además, representan el principal obstáculo para hacer realidad la justicia social, la democracia y la propia soberanía nacional en el país, pues comparten intereses e identidades culturales con corporaciones extranjeras aliadas.
De este mismo grupo, señaló, existen múltiples evidencias de sus nexos con los narcotraficantes que se disputan un mercado de decenas de miles de millones de dólares anuales. 
   “Lo que caracteriza a la economía mafiosa, y por ende la relación entre individuos y empresas dentro de ese sistema y con la economía en su conjunto, es una acentuada competencia; pero el arma fundamental de esa competencia está representada por la violencia reguladora, que incluye la muerte, sea por accidente, sabotaje o ejecuciones”, agregó.
Indicó que a partir del resquebrajamiento del antiguo régimen priista, las facciones, mafias y organizaciones criminales parte de la llamada “familia revolucionaria” entraron en guerra, sin que a la fecha, después de los asesinatos del Cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo, Luis Donaldo Colosio y José Francisco Ruiz Massieu, el Estado haya podido disciplinar o conciliar con los jefes de los distintos clanes o familias que controlan el millonario negocio criminal.
Y subrayó: “De este modo la violencia actual tiene que ver con la ruptura de la antigua regulación de los pactos inter oligárquicos. Las mafias criminales no son, entonces, un fenómeno aislado de la sociedad o una conspiración de maleantes en un Estado limpio, sino más bien una especie de empresa de carácter ilegal, con un pie bien implantado en los sectores cruciales de la sociedad y del Estado: el mundo financiero, los negocios, la clase política, los cuerpos de seguridad y el aparato judicial”.
De la gestión de Felipe Calderón Hinojosa, señaló que a dos años de declarar su muy personal “guerra contra el crimen organizado”, hay más de ocho mil muertos, numerosos desaparecidos, muchos de ellos por razones políticas, falsamente vinculados al narcotráfico; desaliento en las fuerzas armadas, pérdida de control territorial por parte del Estado en diversas regiones, y una profunda sensación de fracaso.
Más bien, resaltó, ha aplicado “a ojos cerrados y al pie de la letra”, la política dictada por la anterior administración estadounidense de George Walker Bush a través de la Alianza para la Seguridad y la Prosperidad de América del Norte (ASPAN), signada por Vicente Fox Quesada en el 2005, y cuyos resultados son un México presa de la violencia inédita, y Juan Camilo Mouriño, ex secretario de Gobernación y enlace directo entre Los Pinos y la Casa Blanca para el tema del citado acuerdo, muerto.
Citó que la ASPAN es en realidad un mecanismo para proteger las fronteras de Estados Unidos y asegurarle a ese país el suministro de petróleo, los dos ejes de su política de seguridad nacional, y es también un organismo paralelo al Foro de América del Norte, donde cada año, desde 2005, un grupo de militares, ex directores de la agencia de inteligencia, CIA, funcionarios y ex funcionarios de México, Canadá y la Unión Americana, se reúne sigilosamente para discutir los escenarios de integración de las tres naciones, encabezado por Pedro Aspe Armella, secretario de Hacienda con Carlos Salinas de Gortari; George Shutlz, ex secretario de Estado, y Peter Lougheed, ex primer ministro de la provincia canadiense de Alberta, involucrado en temas de petróleo y gas natural.

Las luchas antineoliberales de distintas organizaciones
 ya nadie las detiene, y deben hacerle frente a ese sistema

Ambas estrategias forman parte de la larga táctica para integrar nuestra seguridad nacional y las fuentes de energía al vecino del norte, afirmó, y en este sentido colocó la propuesta de reforma energética de Calderón Hinojosa, la Iniciativa Mérida o Plan México, el Tratado de Libre Comercio (TLC), y hasta el “fraude electoral” de 2006 para que ascendiera a la presidencia el panista originario de Michoacán.
Además, la república mexicana ocupa ahora el segundo lugar en asistencia militar y policiaca estadounidense entre los países de América Latina, y sólo sigue a Colombia como principal beneficiario de programas de asistencia en adquisición de equipo, capacitación y compra de armas. 
La derecha

Por otro lado, en la ponencia ante asistentes del Séptimo Diálogo Nacional, reunidos en el auditorio del Sindicato Mexicano de Electricistas (SME), definió las distintas formaciones políticas en el país, todas situadas en el espectro de la derecha y partidarios de la oligarquía, salvo la vieja expresión del sinarquismo.
Sobre el partido hoy en el gobierno federal, el de Acción Nacional (PAN), informó, están la ultraderecha entre gerencial, tradicional y fundamentalista, encabezada por Felipe Calderón; la ultraderecha fundamentalista, abiertamente católica, racista y machista, además de gerencial, liderada por El Yunque y sus figuras principales Vicente Fox Quesada, Marta Sahagún y Manuel Espino.
En el Partido Revolucionario Institucional (PRI), explicó, por un lado existe la derecha y ultraderecha entre liberal conservadora y socialdemócrata, y que administran logias y mafias de todo tipo. En este caso colocó a los sectores socialdemócratas, minoritarios, representados por Beatriz Paredes Rangel, actual dirigente del tricolor, o marginalmente, por Manuel Bartlett Díaz, a quienes sin embargo no les dio oportunidad de influir en la definición del candidato a la presidencia “que será Enrique Peña Nieto u otro de la estirpe ultraderechista”.
Otra expresión de los priistas, remarcó, tiene grupos de paramilitares con mayores recursos y experiencia que los panistas, y cómplices en el Ejército, la policía, los medios de comunicación, la oligarquía, sindicatos corporativos, el narcotráfico, la mayoría de gubernaturas, las centrales campesinas, “y el visto bueno de Barack Obama”, aunque cargan en su haber un desprestigio enorme y carecen de credibilidad. 
“Todos estos personajes y grupos empujan a la implantación de un régimen policiaco, cívico militar. Son el partido de la guerra. No tienen otra opción más que profundizar el capitalismo neoliberal y por lo mismo empujan a la guerra. Para ello cuentan con el respaldo del imperialismo y sus pandillas”, apuntó el representante del MLN.

La resistencia

Pero por el otro lado colocó a una amplia gama de lo que llamó opositores y revolucionarios que se agolpan; movimientos, caudillos y masas aparentemente inorgánicas, que a su modo enfrentan al neoliberalismo, donde se encuentran neopriistas, neoanarquistas, “zapatistas de todos los colores”, nacionalistas, comunistas, cristianos de la liberación, socialdemócratas, guerrilleros, organizaciones civiles, indígenas, obreros, y más sectores progresistas.
Entonces ubicó a los dos “levantamientos electorales”, el del neocardenismo en 1988, con Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, que inició un nuevo ciclo de luchas del pueblo, ahondado con la insurrección del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) en 1994; y el de 2006, cometido contra el perredista Andrés Manuel López Obrador, que dio el cuestionado triunfo a Felipe Calderón con menos de un punto porcentual de votos.
En esos más de 20 años también surgieron rebeliones civiles en Atenco, con los mineros en Sicartsa, en la UNAM a través de la huelga contra el incremento de cuotas, y la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca (APPO).
También grandes luchas antineoliberales, encabezadas por el SME, la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE), Alianza de Tranviarios, sindicalizados del Seguro Social, organizaciones agrupadas en referentes como el mismo Diálogo Nacional y el Movimiento por la Soberanía Alimentaria y los Derechos Laborales.
Frente a esa situación, el integrante del MLN vio condiciones para avanzar en la creación de un gran bloque histórico antineoliberal que deje atrás la crisis de dirección del movimiento social y político. 
“Hemos avanzado en un Programa Mínimo no Negociable y un Proyecto Alternativo de Nación, pero aún falta el diseño de políticas que hagan posible la organización de este bloque que pueda contribuir a la disputa de la nación. La militarización, la crisis económica, la cercanía del 2010, y sobre todo la capacidad política de las fuerzas antes mencionadas, incrementan las posibilidades para la construcción de instancias organizativas y políticas indispensables para levantar la fuerza social que pueda desplazar a la oligarquía y al imperialismo de la conducción de la nación y del Estado”, afirmó.
Por eso invitó a dar un viraje en lo referente a las estructuras organizativas, los métodos de dirección, programas, capacidad para concretar alianzas y las representaciones gremiales y públicas a fin de enfrentar los retos que hoy reclaman los trabajadores y el pueblo de México.  

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